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Cultura | 11/08/2024   05:10

My Lady Jane y la reinvención de la historia

Brújula Digital|11|08|24|

Rodrigo Ayala Bluske | Tres Tristes Críticos |

La serie My Lady Jane, recientemente estrenada en Amazon Prime, sin llegar a ser una obra maestra, es divertida y ejemplifica una fuerte tendencia en el audiovisual actual: la reinvención de la historia.

Quentin Tarantino impulsó la “reescritura de la historia” a través de dos películas: Bastardos sin gloria (2009) y Había una vez en Hollywood (2019). En la primera, un grupo de soldados dotados de fuertes dosis de sadismo mata a Hitler en un teatro antes de que termine la Segunda Guerra Mundial, mientras que en la segunda, un especialista en escenas de acción de Hollywood evita que los seguidores de Charles Manson asesinen a Sharon Tate, la esposa de Roman Polanski.

La “reescritura” de la historia tiene una larga tradición en el cine y la literatura. Basta recordar, por ejemplo, El hombre en el castillo (2015-2019), una serie basada en una novela de Philip K. Dick, en la que se plantea un futuro alternativo donde alemanes y japoneses ganaron la Segunda Guerra Mundial.

Sin embargo, esa “reinvención” se ha sumado en nuestro tiempo a ciertas tendencias que, bajo el paraguas de un progresismo forzado, terminan siendo, a nuestro juicio, terriblemente conservadoras. Por ejemplo, colocar a actores de color o asiáticos en roles preponderantes en las sociedades europeas del siglo XIX (cuando en realidad solo podían ser esclavos o sirvientes); Bridgerton (2020-2024) popularizó esta tendencia, que lo único que logra es teñir de igualitarismo sociedades en las que el racismo está renaciendo con intensidad.

En el caso de My Lady Jane, la verdadera Lady Jane fue una noble inglesa que llegó a ser reina de Inglaterra en 1553, durante nueve días, hasta que fue derrocada y posteriormente decapitada por su media hermana María. Jane tenía un fuerte prestigio en círculos intelectuales y se la consideraba una de las jóvenes más cultas de su época, pero evidentemente su hermana tuvo mayor habilidad política en ese momento.

Lo que hacen la directora Jamie Babbit y los productores MacDonald & Parkes, basados en la serie de novelas escritas por Brodi Ashton y otros autores, es reinventar el personaje, convirtiéndola en una feminista divertida que se mueve en una sociedad ampliamente ridiculizada. Obviamente, la serie nos habla del presente. Los realizadores no solo cambian los hechos, sino que también recurren exitosamente a la fantasía (seres humanos que se convierten en animales y viceversa) para dotar a la historia de mayor dinamismo.

Lo que hace a My Lady Jane divertida es su desenfado, expresado en no tomarse en serio a sí misma y en introducir, de vez en cuando, humor negro con éxito. Uno de los mejores momentos, por ejemplo, se da cuando la hermana menor de Jane (de unos ocho o nueve años) interctúa consu flamante cuñado. Se trata de un noble decrépito y desagradable con el que su madre ha obligado a su otra hermana a casarse a fin de mejorar su posición económica.

Con el tratamiento del sexo ocurre algo similar (es simpática la conversación en señas entre Jane y su criada en los primeros minutos de la serie). Los distintos “rituales de apareamiento” que se muestran en la serie sin duda se realizaban en la época, pero la forma de contarlos definitivamente pertenece a la nuestra.

El mecanismo dramático utilizado por la serie es similar al que ha popularizado The Boys (2019-2024), aunque aplicado de manera menos violenta y desagradable: en esta serie, los dos protagonistas intachables desde el punto de vista ético (no moral, ya que violan varios preceptos de la época) están obligados a moverse en un entorno impregnado de cinismo. El entorno es cada vez más agresivo y, en este caso, caricaturesco, y parte del atractivo de la trama es ver cómo la heroína se mueve en este medio.

My Lady Jane es una obra fresca, que se deja ver y que en algunos capítulos resulta ampliamente disfrutable.






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