Brújula Digital|23|06|24|
Fernando Molina | Tres Tristes Críticos |
Pixar ha hecho cosas geniales, como una serie de películas, “Toy Story”, en las que las partes más recientes eran tan buenas como las anteriores. Pero como sabe cualquiera que haya visto “Elemental”, el tiempo pasa y hace estragos. Disney no es la exclusiva culpable, como se piensa a menudo. Yo también pensaba esto. Ahora creo que su intervención debe verse como el medio de actuación de la entropía, de la que nadie ni nada se salva.
Dentro de esta historia de declive, “Inside Out”, traducida en Latinoamérica como “Intensa Mente”, fue el último hito de resistencia. Hace nueve años, Pixar todavía parecía ser capaz del milagro de ganar plata con películas infantiles que, sin embargo, eran también atendibles y admirables para el público adulto. Películas de una elevada y precisa artesanía que, sin perder este atributo, se insertaban en la más poderosa industria cultural del planeta.
Por supuesto, al decir esto no me engaño sobre el carácter ideológico de este filme y de los demás; una ideología que estructura los imaginarios personales con representaciones del capitalismo proyectadas incluso sobre otros mundos: juguetes que, con sus buenos corazones y su gallarda valentía, con su esclavitud voluntaria a sus “amos” infantiles, subliman y redimen el consumo desbocado de las sociedades contemporáneas. Personitas arquetípicas (alegría, tristeza, miedo, asco) que viven en nuestras cabezas con la misión de manejarnos equilibrados, un poco de esto y otro poco de aquello, nunca demasiado de nada, porque el exceso conduce al delirio, la transgresión, a ese horroroso destino de “convertirse en perdedores” en lo que el capitalismo y Hollywood consideran un juego competitivo: la vida. Entonces, la vida se gana y se pierde, y siguiendo las reglas uno se asegura de no perder.
El papel de la ideología siempre se hace más evidente en los filmes para niños, como en toda actividad que tenga cierta connotación pedagógica. Yo lo noto cada vez que tengo que decirle a mi hija pequeña que no llore, porque “debe compartir sus cosas”, porque “lo importante es competir y no ganar” o porque “debe obedecer lo que le dicen los mayores”. Son discursos de los que uno no puede salir, que uno simplemente reproduce y por eso precisamente son ideológicos.
Pero hay que dejar esto de lado si se quiere hacer un comentario cinematográfico. “Intensa Mente” de 2015 puede servir como modelo de un guion perfecto en el que cada detalle se relaciona con los otros, los tiempos de maduración y las transiciones están perfectamente balanceados, el suspenso es constante y la fantasía no compite sino que se subordina a la coherencia lógica de la historia. También fascina por su humor, que ironiza sobre nuestras a menudo contradictorias conductas y sobre las diferencias entre lo que mostramos en la cara y lo que pasa por nuestras mentes.
Nueve años después, la entropía ha hecho su trabajo. “Intensa Mente 2” exprime el mismo concepto sin lograr los mismos resultados (bueno, en taquilla parece que los superará). Esta vez, Riley ha cumplido 13 años y nuevas emociones se materializan en su cabeza: entre ellas ansiedad y aburrimiento, que, junto con hastío, desplazarán a alegría y a tristeza del comando de una mente adolescente. Estas dos última emociones tendrán que recuperar el balance en el cerebro en una expedición que tiene sabor a repetido y que, al final no era necesaria, porque ansiedad se las arregla para entrar, ella sola, en un callejón sin salida. Este desarrollo, claro, está más motivado por la moralidad (“no te dejes llevar por la ansiedad”) que por la lógica de las situaciones narrativas. Con ello, la película resulta menos compacta e interesante, y entra en acción aburrimiento, no solo en la película, sino también en los cerebros de los espectadores.
En el filme, otra emoción, nostalgia, está siempre al acecho, aunque no se la deja intervenir. ¿Puede sentir nostalgia una chica de 13 años? Nostalgia es representada como una viejecita muy peripuesta. Yo juro que pude sentirla, con su vestido de abuela y sus zapatos de taco bajo, al mando de mi consola mental mientras veía “Intensa Mente 2”. Estaba añorando a Pete Docter y lo que hizo en la película anterior.