Hace unos días, mientras el mundo, cada vez más reducido de adeptos a los premios Oscar, consumía la desprestigiada ceremonia de entrega, otro universo, veía el último episodio de Last of Us.
The last of Us es el último gran éxito de HBO. Foto: HBO
Rodrigo Ayala Bluske/Brújula Digital |19|03|23|
Tres Tristes Críticos
The Last of Us es el último gran éxito de HBO. Hace unos días, mientras el mundo cada vez más reducido de adeptos a los premios Oscar consumía la desprestigiada ceremonia de entrega, otro universo, en este caso en franco crecimiento, disfrutaba del último capítulo de esta propuesta, la que por cierto, ha cumplido con las expectativas creadas de llegada al público y de éxito en la crítica.
En mi caso debo decir, que a pesar de una serie de reticencias y dudas iniciales, la he disfrutado (y que evidentemente no tengo el más mínimo arrepentimiento por haber elegido el pasado domingo esta opción, por sobre la de la de discursos grandilocuentes).
Los resquemores al comenzar a ver The Last of Us tienen diversas procedencias. Por una parte, está claro que la pantalla esta saturada de tramas apocalípticas que tratan sobre la destrucción de la civilización establecida; The Walking Death (2010-2022) es la referencia obligada, pero por las grandes y pequeñas pantallas circulan centenas de otras versiones, de diversos tonos y procedencias. Por otra parte el planteamiento inicial, centrado en la sustitución de “zombis” por “infectados por hongos”, no parece muy convincente a primera vista. Y la experiencia nos dice que las historias del género, adaptadas de video juegos (Resident Evil 2002-2021, es un ejemplo), no han tenido muy buenos resultados en cuanto a narrativa se refiere. Finalmente, también hay que decir, que el resorte dramático “guerrero hosco cuida a niña que tiene en su cuerpo la clave para la salvación de la humanidad”, también se ha repetido hasta el cansancio.
Pero The Last of Us desmonta esos temores rápidamente. Pasado el primer capítulo (donde la trama de acción todavía no alcanza a diferenciarse del común del género), desarrolla un esquema dramático que la diferencia de sus predecesoras. En general las mejores propuestas de “zombis” (y The Walking Death es el mejor ejemplo en ese terreno), nos proponen esquemas en los que los “monstruos” terminan siendo el menor de los peligros, ya que los seres humanos con sus altas dosis de maldad, egoísmo, etc., terminan superándolos en cuanto a crueldad y violencia.
En este caso, sin embargo, ambos peligros (“monstruos” y “humanos malvados”), solo aparecen en forma puntual. El mundo de The Last of Us es un gigantesco paramo vacío, en el que los personajes van desarrollando vínculos afectivos complejos. Entonces la imagen que caracteriza a la serie se centra en campos interminables, recorridos por los dos protagonistas.
Por ello también las historias que finalmente llegan a tener relevancia, son las de los seres humanos que luchan por sobrevivir junto a sus seres queridos: los dos homosexuales aislados en medio de la devastación, el delator que cambia sus creencias por la vida de su hermano, el pastor autoritario que busca desesperadamente un interlocutor con el cual dialogar en forma horizontal, las dos amigas que descubren su atracción amorosa, la misma noche en que se ven condenadas a morir, y por supuesto Joel y Ellie, los protagonistas, que desarrollan un vinculo filial poderoso. Ese tipo de planteamiento, sin embargo, conlleva del riesgo de caer en el melodrama, y hay que decir que la serie a momentos se acerca peligrosamente a ese límite, aunque nunca llega a traspasarlo por completo.
Una vez más, la serie vuelve a demostrar la importancia del casting y la construcción de personajes (lección que, por ejemplo, deberían revisar de canto, los productores de Obi - Wan Kenobi (2022), propuesta arruinada por la presencia de una niñita insufrible y un héroe edulcorado hace poco tiempo). Ellie es una niña tosca, “poco femenina”, como señalan adecuadamente en los diálogos los protagonistas en el capítulo final, pero por ello mismo genuina, y en base a ese andamiaje se construye buena parte de la credibilidad de la serie.
The Last of Us continúa con esa tendencia presente en muchas de las propuestas actuales, de banalización de la violencia. Las dudas existentes en otros tiempos respecto a si matar era correcto o no, aquí desaparecen; Joel dispara sin problemas incluso a adversarios que ya han levantado las manos. En ese sentido podríamos decir, que toda noción de “bien común” desaparece frente a un instinto nihilista de búsqueda de la supervivencia individual a cualquier precio. Una suerte de “individualismo recargado”, a tono con estos tiempos. Y el final de la temporada, refuerza con creces dicho planteamiento.
Por otra parte es interesante, el que el marco de la historia sea el del enfrentamiento entre una suerte de gobierno “fascista” y unos rebeldes “terroristas”, acercando ese mundo apocalíptico, al actual, donde se ve un avance franco de fuertes tendencias ultraconservadoras.
The Last of Us se emitió en streaming y cable, pero si usted no tiene acceso a ninguna de estas opciones, le aseguro que, dado su éxito, estará rápidamente presente en las tiendas de películas.
Rodrigo Ayala Bluske es cineasta y ensayista
@brjula.digital.bo