Las películas de Martin McDonagh
Una escena de "Escondidos en Brujas". Foto: Espinof.com
Rodrigo Ayala / Brújula Digital |08|10|22|
Tres Tristes Críticos
Este artículo está motivado, en gran medida, por el entusiasmo que me produjo ver la cinta Atrapados en Brujas (titulo original En Brujas) estrenada el 2008 por Martín McDonagh. Se trata de una película que esta “por ahí”, es decir, que se encuentra en las plataformas de streaming, o que es fácil de conseguir en las tiendas de videos, y a la que generalmente (es mi caso) no se le presta demasiada atención.
Y sin embargo es una obra notable, radicalmente distinta a la mayor parte de los productos que se enmarcan en los géneros que aborda (suspenso, humor negro), con una construcción narrativa y temática modélica (una de las pocas cintas de esta época en la que realmente puedes decir que “no sabes” lo que viene a continuación). Y donde se da una reflexión genuina sobre temas como la culpa, la redención, la solidaridad, sin que en ningún momento decaigan el interés en los personajes, la curiosidad por el devenir de la trama, y el humor.
Hay que decir que MacDonagh, al momento de hacer la película, si bien era un cineasta novel, tenía una larga carrera como autor y realizador teatral consagrado, con una fuerte reputación de incorrección política.
La cinta nos muestra a dos pistoleros que se han refugiado en la ciudad nombrada en el título, luego de cometer un delito, en el que un accidente fortuito ha motivado que uno de ellos tenga dudas existenciales. En un recorrido en el que parece no pasar nada, los hombres se relacionan con personajes variopintos (un enano, una estafadora, un skinhead delincuente), con los que se van desarrollando diversos tipos de vínculos y entramados argumentales diversos. De ahí que “Atrapados en Brujas” se asemeje a una suerte de rompecabezas argumental, donde solo en los instantes finales caemos en cuenta sobre las motivaciones últimas de los personajes.
Siete psicópatas, la segunda película de MacDonagh, supone una pequeña decepción, si es que se la compara con la primera. El problema es que, si bien la historia es distinta, el tono, las temáticas y los personajes son parecidos, pero sin que la construcción narrativa alcance las alturas de la Perdidos en Brujas. Vista sin tomar en cuenta el antecedente, la cinta es interesante; una historia de solidaridad y vínculos de amistad entre seres más o menos perturbados, con fuertes dosis de humor negro.
Finalmente, el tercer trabajo cinematográfico del director, Tres anuncios por un crimen (2017), es el que tuvo mayor repercusión internacional, ya que compitió por el Oscar en el año correspondiente. La película nos retrata la acción de una madre, que impotente ante el fracaso de la policía para encontrar al violador y asesino de su hija, coloca tres anuncios publicitarios gigantes denunciando el tema, a la entrada del pueblito en el que vive.
La película es un retrato asfixiante (pero una vez más, dotado de un depurado humor negro) de la típica ciudad pequeña, prejuiciosa, cargada de actitudes machistas.
En la construcción de los personajes sobresale el contrapunto que se da entre la madre, encarnada por Frances Macdormand, y el policía abusivo y racista, Sam Rockell (no es casualidad que ambos ganaran el Oscar por sus respectivas interpretaciones). La madre es una mujer arrojada, combativa, que ya no tiene nada que perder; su deseo justificado de justicia, hace que a momentos caiga en los extremos. El policía es un ser limitado en su visión de la vida, resentido, que no posee las herramientas para asimilar las interrogantes que le va planteando la realidad.
E igual que Atrapados en Brujas, Tres anuncios…, en última instancia, es también una historia de redención; el dolor hace que los personajes vayan cuestionando sus actitudes y finalmente se encuentren. Se puede presumir que la cinta no ganó el Oscar a mejor película justamente por ese nivel de complejidad temática: el encuentro entre la mujer y el policía, presentado como un ejercicio de toma de conciencia, fue interpretado en forma plana y lineal, como una especie “compromiso con los machistas” por parte de algunos sectores de la crítica (ese año el Oscar finalmente lo ganó La Forma del Agua de Guillermo del Toro, de gran belleza formal y con un argumento totalmente ajustado a la corrección política).
Dado el sitial que ocupa en la producción teatral, Magdonagh no precisa luchar denodadamente para construir una carrera prolífica en el mundo del cine, sin embargo, es deseable que lo haga, sobre todo en estos tiempos en que el streaming y el sistema mundial de distribución de películas tienden a uniformar cada vez más la producción audiovisual, lo que se traduce en cintas aburridas y sin brillo.
Rodrigo Ayala es crítico del cine y columnista