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Cultura | 13/02/2022   09:19

Mi Socio 2.0 a más distancia de 38 años de la primera

Mi Socio 2.0 Foto/RRSS

Brújula Digital |13|02|22|

Y me senté lleno de curiosidad por haber visto la primera de 1983, tanto en el cine ese año como por televisión alguna vez después.

Valoro mucho todos los esfuerzos bolivianos por hacer cine, cada que alguien se empeña en una película pienso que es un Quijote; por eso, lo primero que haré es pedir que apenas puedan la vayan a ver, ahora que hemos recuperado el aliento y vivimos una normalidad diferente a la de marzo del 2020, cuando se estrenó por primera vez Mi Socio 2.0. Puede ser que tus comentarios no sintonicen con los míos de hoy.

Mi Socio 2.0, debo ser honesto, no me gustó. ¿Por qué? Iré por partes. Uno, pienso que el magnífico antecedente de la primera película no está bien proyectado en esta segunda. Se nos hizo entrañable  aquel  filme por ser la narración de un viaje sabroso por Bolivia. Como muchas road movies lo trascendente no era tanto la historia sino los eventos en la carretera. Bella fotografía del país, David Santalla impecable en el papel de Vito, el camionero lleno de pillerías, y Gerardo Suárez haciendo a la perfección un Brillo tierno y travieso. Además, mejor canción original no pudo tener, compuesta por Alberto Villalpando. Mi Socio 2.0 es, por lo contrario, una suma de desaciertos. Sí hay una historia más seria esta vez, la de un policial, pero no está bien contada. Acude al espectador para solucionar deficiencias de guión y lo obliga a acomodar las piezas narrativas de modo que éstas cuadren.

Dos, el casting de la nueva  Mi Socio resultó muy deficiente. La excepción es Gerardo Suárez que hace real a un Brillo que no se graduó de pobre, sino que se hizo empresario del transporte como lo fue Vito. Éste último ha cambiado tanto que ni en lo esencial se parece al anterior y creo que David Santalla no llega a tal extremo de tragedia. No puede haber un mecánico menos creíble que el que encarna el actor Hugo Pozo. Romaneth Hidalgo hace un esfuerzo, poco exitoso, de interpretar a una Camila de personalidad difusa. Tampoco entiendo cuál la necesidad de incluir a Raúl Mamani y Mauricio Toledo, ambos actores que van construyendo sus respectivas reputaciones, en escenas prescindibles del todo.

Tres, ahora que la tecnología está más a la mano de los productores de cine y se pueden lograr filmaciones de alta definición con menor inversión que antes; no me explico la baja calidad de imagen de Mi Socio 2.0. Así, la buena fotografía del filme y toda la inversión en tomas aéreas se lucen menos de lo deseable.

Por último, merece consideración especial la canción emblemática de la primera Mi Socio. Es, no cabe duda, la canción más recordada de todas las canciones de películas bolivianas. ¿Merecía tal vez una versión nueva a cargo del mismo Gerardo Arias? Una que quede grabada en los nuevos espectadores de esta saga nacional.





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