¿Cuáles son los méritos de esta nueva versión de El Escuadrón Suicida?, que rompiendo con la tradición formalista y (melo) dramática de la mayor parte de los anteriores títulos de la empresa, señala el cineasta Rodrigo Ayala.
Por: Rodrigo Ayala Bluske
Ver en el 2021, un “reebot” (reinicio) de una historia que tuvo su última versión cinematográfica hace tan solo cinco años, en el 2016, nos confirma la idea que señala, que las películas en la juegan algún rol similar a las historias que los juglares contaban en el medioevo: pueden ser siempre las mismas, a las personas no les importa el haberlas visto anteriormente; lo que cuenta son es la intensidad, amén de los matices y detalles con los que se vuelven a narrar.
El Escuadrón Suicida de 2016, dirigida por David Ayer, fue un tremendo éxito de taquilla, recaudo más de 700 millones de dólares en todo el mundo, pero a pesar de ello se hizo de “mala fama” entre los fans y la crítica, debido a su “formalidad” (probablemente su público “cautivo”, esperaba más humor y atrevimiento dadas las características del comic original). ¿Qué fue lo que llevo a los productores a decidir que, a pesar del éxito económico, convenía más hacer una nueva versión que una secuela, como generalmente se hace? Posiblemente el convencimiento de que el darle un tono más extremo al planteamiento los iba a ayudar no solo en la recaudación, sino también en la revitalización el “universo de superhéroes de DC” (la empresa de comics manejada por Warner Brothers). Y al parecer el razonamiento fue correcto, ya que si bien es difícil comparar el rendimiento económico de la nueva versión, con el de la antigua (debido a que en esta época de pandemia los resultados se mezclan entre el ingreso de taquilla y el impacto conseguido en las plataformas de streaming) la película ha recibido la aprobación entusiasta de casi el conjunto de la crítica, que en algunos casos se ha expresado con expresiones realmente entusiastas.
¿Cuáles son los méritos de esta nueva versión de El Escuadrón Suicida?, pues que rompiendo con la tradición formalista y (melo) dramática de la mayor parte de los anteriores títulos de la empresa, se enfila hacia el humor extremo y a lo que podríamos llamar una suerte de culto a la informalidad, y lo que podríamos denominar como la “fealdad” en términos relativos, en el universo de los superhéroes.
Para lograr su propósito los productores contrataron a Jame Gunn, el director de las dos versiones de Los Guardianes de la Galaxia (2014,2017), películas de la empresa rival Marvel-Disney. En ambos casos el director mostró una gran habilidad en el manejo del ritmo y el humor, y en este caso al parecer la intención fue avanzar un poco más.
En esta nueva versión de “El Escuadrón suicida”, haciendo honor al título, se hace énfasis en la muerte variada e imaginativa de los personajes; casi todos, con excepción de los estrictamente imprescindibles (Harley Quinn, Bloodfish y Nanaue). Por otra parte Gunn hace esfuerzos (seguramente contralados por los productores y abogados del estudio) por ir hacia el humor negro; ahí por ejemplo un comentario que un miembro del gobierno norteamericano hace casi al azar sobre uno de los personajes: “mato a 23 niños, pero nosotros lo admitimos” (¿admitieron la muerte de los 23 niños, o el reclutamiento del asesino a pesar de sus crímenes?).
Pero sin duda uno de los mayores méritos de la cinta es la de la su construcción estética; para ello Gunn recurre a un elemento que en los años sesenta utilizaron varios de los “renovadores” del western, entre ellos Sergio Leone; sitúa su historia en un país latinoamericano imaginario (en el caso de los westerns el país elegido era México); lo que le permite dar al ambiente un marcado aire de “desprolijidad”: calles sucias, soldados mal vestidos, bares de mala muerte, dictadores algo ridículos y desprolijos.
Por otra parte, en la elección misma de los personajes, el director se decanta por una utilización de lo “imperfecto”, hasta cierto punto lo “feo”, si es que nos remitimos a los cánones estrictamente occidentales. No es la primera vez que una producción de superhéroes utiliza este recurso; la serie televisiva Doom Patrol (2019,2020) hace lo mismo, aunque en forma radical: construye sus personajes haciendo énfasis en la deformidad. En Escuadrón Suicida, los héroes son notoriamente marginales (la migrante portuguesa cuyo poder es “manejar” ratas, el personaje que se deshace como si fuera un juguete desarmable, etc.); incluso los principales como Bloodsport y Harley Quinn, tienen diversos grados de desprolijidad.
Otro de los aspectos que contribuye a la creación del “ambiente” en la cinta, es la introducción de animales antropoformizados al extremo, como el tiburón o la comadreja, un recurso que el director utilizo anteriormente en Guardines de la Galaxia y que parece que se ha convertido en una suerte de sello personal.
Finalmente hay que decir que el desarrollo de las escenas de acción y especialmente el manejo espacial en las escenas de destrucción de la torre gigante en la segunda parte de la cinta, son realmente notables, y probablemente se encuentran entre lo mejor que ha producido este tipo de cine.
En general la película está muy bien hilvanada y es coherente en su desarrollo temático y narrativo. No se trata de una obra maestra, pero contribuye a hacer más llevadero un tipo de cine que en este momento está marcado por la repetición y la falta de originalidad.
Rodrigo Ayala es cineasta y ensayista