Rodrigo Ayala Bluske
Mare es el nombre de una policía de Easttown, un pequeño pueblo del estado de Pensilvania, en la costa este de Estados Unidos. La serie se acaba de estrenar en HBO, y dado el éxito que ha tenido, y la relevancia que está adquiriendo en las reseñas de prensa, no dudamos que se convertirá en uno de los hitos del año, con una fuerte presencia en los premios del país del norte.
La primera característica que la diferencia de la mayor parte de sus pares contemporáneos, es que retrata a un segmento de la clase obrera, que es en términos reales el que habita ese tipo de poblados. Hay una fuerte tendencia en los productos del cine norteamericano a mostrar ambientes sociales sofisticados; un ejemplo reciente es el de The Undoing (2020) protagonizada por Nicole Kidman, que se desarrollaba en las altas esferas de Nueva York. Pero el fenómeno implica mas que una tendencia estética o temática concreta; es una orientación general acerca de la forma en que se representa la realidad, inclusive en productos que supuestamente retratan ámbitos similares a los de Easttown; un ejemplo de texto es Riverdale (2017 – 2021).
En general el cine de gran pantalla (sobre todo los blockbusters) y en gran parte, también los productos de la televisión, han identificado a la sofisticación visual evidente (colores estilizados, determinados tipos de tonalidad, etc.), como un elemento central en la producción contemporánea, por eso es que un producto como “Mare…” resulta tan atractivo en principio.
La serie entonces, centra sus principales esfuerzos en mostrar de manera fidedigna la vida de gente que tiene que lidiar tragedias cotidianas; la muchacha desesperada por la falta de dinero para pagar una operación su hijo, las chicas que se prostituyen para comprar droga, la ama de casa que debe lidiar con el hermano adicto que le roba todo el tiempo, la pareja de ancianos que vive con la paranoia típica de la edad, etc.
En ese contexto, la policía tiene que investigar la desaparición de dos muchachas y el asesinato de una tercera, y la enorme riqueza de la construcción narrativa de la serie se encuentra, no tanto en el suspenso que por lo demás, está muy bien llevado, sino en la descripción de los estados psicológicos de los personajes y las relaciones que entablan entre ellos.
En la película el símbolo del relacionamiento de los personajes es la botella de cerveza (siempre a mano cuando alguno de los protagonistas quiere mostrar amabilidad con alguien o entrar en confianza, costumbre que sin duda caracteriza a los obreros norteamericanos y también a los bolivianos, cuando tienen dinero). Los trajes son anchos, los pantalones están gastados; solo en el caso de las jóvenes los cuerpos son espigados, aunque varios de los rostros expresan la dureza de una vida difícil. Es un contexto casi claustrofóbico (aquí se aplica lo de pueblo chico, infierno grande), donde todos los habitantes están relacionados en algún grado, con vínculos en varios casos, prácticamente incestuosos.
Mare (excelente actuación de Kate Winslet), es una mujer que esta entrando a la tercera edad y que utiliza su trabajo como un escape frente a las frustraciones de la vida diaria, acrecentadas por la sombra proveniente del duelo por un hijo que se quitó la vida hace poco tiempo. De ahí que la serie tenga tres niveles de lectura que se integran perfectamente: el de la descripción de la forma de vida del pequeño pueblo como tal, el del itinerario de Mare para superar sus traumas y conflictos personales, y el de la investigación de los crímenes propiamente dicha.
Otro de los méritos de la propuesta se encuentra en haber huido de la tentación del alargamiento innecesario, que afecta a varias de los últimos estrenos de los canales de streaming. Los siete capítulos de esta serie son los estrictamente necesarios para cumplir su cometido, el que en nuestro caso ha satisfecho completamente las expectativas planteadas en un principio.