Brújula Digital |13|12|20|
Rodrigo Ayala Bluske / Tres Tristes Críticos
Es la serie televisiva de la pandemia, pero sus dos temporadas fueron producidas en Reino Unido en 2013 y 2014. Ojo, es clave no confundirla con el remake norteamericano del mismo nombre, que, probablemente con un afán oportunista, acaba de ser estrenado. Lamentablemente no es una serie fácil de conseguir, pero tampoco imposible. Las dos versiones, la británica original y la norteamericana, actualmente se encuentran en Amazon Prime. Si usted no cuenta con ese servicio, seguramente la podrá adquirir en alguna de las tiendas de películas especializadas, existentes en La Paz y Santa Cruz, si no de inmediato, por lo menos a pedido.
La trama gira en torno a una “gripe rusa”, altamente contagiosa, que tiene el potencial de destruir a la humanidad. Pero más allá de la temática (que es similar en muchos productos anteriores y por supuesto, posteriores a la pandemia), Utopía es relevante por la forma en que refleja la forma de pensar, los miedos y los sentimientos en esta época de principios de siglo, que también a veces parece que fuera la del fin de la civilización.
Tal como han señalado varias reseñas, la serie realiza una combinación casi perfecta de elementos tales como el suspenso, el humor negro, la crueldad y sólo a momentos (muy breves), la ternura. En ese sentido, sobre todo en su primera temporada, se asemeja por la precisión en su construcción narrativa a algunos de los mejores ejemplos que nos ha brindado la televisión contemporánea, tales como Fargo (2014-2018) o Better Call Saul (2015-2020).
En Utopía, en medio de las situaciones desquiciadas a las que nos va sometiendo la historia (un grupo de fanáticos de un comic, que de repente se ven envueltos en una conspiración de alto nivel), encontramos como pocas veces en la pantalla, grande o chica, un diálogo entre lo que podríamos llamar la “razón de Estado” (en este caso del “deber ser” de los gobernantes) y las psicologías e inquietudes cotidianas de los personajes.
Esa “razón de Estado”, que con certeza se reproduce en los gobiernos de distinto signo del planeta, es la que lleva a que se hayan naturalizado y se justifiquen ante nuestros ojos acciones abominables desde todo punto de vista: los migrantes muriéndose en medio del Mediterráneo ante la indiferencia de los países europeos, el gobierno estadounidense separando a padres de hijos debido a su lucha contra la “migración ilegal”, diversos gobiernos aprobando legalmente la tortura y el asesinato selectivo mediante drones, etc., etc. Un mundo en el cual la frase “el fin justifica los medios” se ha convertido en el eje sobre el cual giran los gobiernos de distinto signo, con una carga de cinismo que ha relegado a cualquier ideología progresista o humanista al estante de los objetos de adorno.
Por eso en Utopía, la naturalidad con que se plantean temas como el asesinato o la tortura, contrasta rotundamente con la visión de la vida que poseen los personajes principales. Y por eso también podemos escuchar a los villanos, justificar sus acciones con la mayor naturalidad e inclusive encontrar cierta lógica a sus planteamientos, la que inclusive llega a convencer a alguno de nuestros héroes.
Como ocurre en estos casos, gran parte de la riqueza narrativa de la serie está depositada en la construcción detallada que se realiza de los personajes. A través de los 12 episodios de las dos temporadas, vemos como la situación límite a la que se los ha expuesto van transformando en distintas formas sus personalidades.
Una de las constantes en las películas de conspiraciones está en que los protagonistas se enfrentan a entes todopoderosos y anónimos y solo al final, generalmente con alguna decepción, se los descifra. En Utopía el planteamiento se inicia así, pero rápidamente el misterio se revela, lo cual ayuda a que la interacción entre héroes y villanos se vuelva más rica, y también a que conozcamos mejor sus motivaciones.
En la construcción formal, uno de los aciertos de la serie se encuentra en que se nos presenta un mundo distorsionado; una realidad estilizada, ligeramente expresionista a momentos, pero que se combina con un estilo de narración “seco”. Los protagonistas y los escenarios son de la clase media y de la marginalidad británicas, pero la forma en que están retratados tiende a alejarse de la realidad.
De ninguna manera las situaciones de Utopía son desagradables, en el sentido que, como hacen otros productos, quiera turbarnos a propósito. Más bien, como ocurre con los mejores ejemplos del género, después del final de cada capítulo sufrimos ansiedad por ver lo que viene a continuación. Sin embargo, la serie se asemeja a una especie de coñac, fuerte y fino; si lo tomamos lentamente lo disfrutamos mucho más, en cambio el hacerlo de golpe puede resultarnos a momentos chocante por la cantidad de situaciones extremas.
Después de ver la serie original, parece inevitable tentarse por ver el remake lanzado por Amazon este año. Pero la experiencia no es grata. La descripción brutal se ha edulcorado notablemente. Aparecen nuevos personajes en el claro intento de añadir caras bonitas al grupo original de marginales. Y el principal problema es que, en el intento de ganar una mayor cantidad de público, los datos que aparecían apenas insinuados en la serie británica, en este caso se explicitan. En todo caso, la recomendación es esforzarse por ver la versión de 2013, especialmente si es que usted es amante del suspenso y el conspiracionismo.