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Cultura | 14/11/2020   13:52

Recuerdos de Gustavo Rodríguez Ostria

Brújula Digital |14|11|20|

Fernando Molina 

Gustavo Rodríguez Ostria fue uno de los mayores historiadores bolivianos, con contribuciones fundamentales en dos áreas: la economía (procesos formativos de Cochabamba, historia monetaria, historia industrial) y la historia de la izquierda, en particular de la que actuó a principios de los 70 influida por la acción del Che Guevara. Pero, como buen boliviano, tuvo que escribir de todo un poco, para procurar ganarse la vida, también, con sus esfuerzos literarios.

Lo conocí a raíz de uno de esos trabajos de ocasión, sobre la historia del municipalismo, que en 1997 le encomendó Carlos Hugo Molina, entonces Secretario de Participación Popular, al mismo tiempo que me pedía a mí una historia de la aprobación de la ley homónima. Ambos teníamos vagos antecedentes trotskistas y tratábamos de navegar con nuestro marxismo algo renqueante en aquellos años del consenso democrático, la racionalización neoliberal y la subordinación de la política a la economía.

A mediados de la década siguiente, debatí en público con Gustavo, en un coloquio organizado en Cochabamba por Cuarto Intermedio, respecto a la nueva insurgencia de lo nacional-popular en el país. Recuerdo que, jugando él de local, me dio una tunda. No puedo reconstruir muy bien la razón por la que nos enfrentamos, pero sí que él estaba a la izquierda respecto a mí, lo que me sorprendió un poco, ya que entonces acababa de ser viceministro de Carlos Mesa.

En los años siguientes esa distancia política menguó, por mis propios cambios ideológicos, aunque no se cerró del todo, porque “Keynes” -como le decían los amigos que lo habían conocido en sus épocas mozas- decidió apoyar primero y luego formar parte del gobierno de Evo Morales. Fue seguramente uno de los más importantes intelectuales bolivianos que hicieron tal cosa.

Mantuvimos correspondencia con cierta regularidad. Gustavo vivía muy atento a la producción nacional. Me hacía comentarios sobre lo que yo escribía y sobre otros escritos y escritores. Entre otras cosas, defendió la biografía en tres tomos de Marcelo Quiroga Santa Cruz escrita por Hugo Rodas de un ataque contingente que le hice. Esto y lo demás siempre en privado, porque era un hombre diplomático y prudente. Cuando estaba de embajador en Perú, me pedía referencias para sus proyectos bibliográficos, que eran omnívoros: estaba escribiendo sobre Villarroel, quería publicar un libro -“definitivo”- sobre el Che en Bolivia, últimamente volvió a la historia de Cochabamba.

También tuvimos un intercambio acerca de su continuidad como embajador pese al abrupto cambio de gobierno y la llegada de Añez y su Biblia a Palacio. Ahí me enteré de que le habían diagnosticado leucemia y estaba bajo tratamiento en el Perú, por lo que su ratificación en el cargo fue un gesto de solidaridad humana de Karen Longaric. Sea dicho en honor a la verdad.

Era un hombre culto, irónico, consciente de sus defectos y sus virtudes, y generoso con los más jóvenes. Su obra está por encima de casi todo lo que se hace en nuestro medio y no dudo de que pasará la prueba del tiempo.

Nunca fuimos lo que se dice amigos, pero nos teníamos estima y lo extrañaré mucho. Adiós Gustavo, te abrazo.

Fernando Molina es periodista.





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