La pesquisa criminal provee, claro está, el elemento de intriga y suspenso. Y lo hace en dosis bien administradas, sin retorcerse innecesariamente para alargar la narración, que es el defecto de tantas series televisivas.
Brújula Digital|12|10|25|
Fernando Molina
Brad Ingelsby, creador de la célebre miniserie policíaca “Mare of Easttown” (2021), ha encontrado la forma de repetir su éxito con más o menos los mismos ingredientes: un gran actor en el rol principal y una historia que enfatiza las relaciones humanas y los problemas emocionales de los protagonistas, tanto si son “buenos” como “malos”. Estas categorías (malo–bueno) incluso terminan relativamente flexibilizadas gracias a un guion bien pensado y realizado. La pesquisa criminal provee, claro está, el elemento de intriga y suspenso. Y lo hace en dosis bien administradas, sin retorcerse innecesariamente para alargar la narración, que es el defecto de tantas series televisivas.
Si en “Mare of Easttown” la solista era la sobresaliente Kate Winslet, en “Task. Unidad especial” lo es el excelente Mark Ruffalo, dos súper estrellas de Hollywood. Este es un elemento fundamental de la estrategia de producción de estos policiales. La presencia de actores tan llamativos, y además inteligentes, envuelve los productos con un aura de calidad que impacta y, además, en ambos casos, no resulta falsa.
Ruffalo cumple, como de costumbre, pero además está muy bien acompañado por un elenco de actores en el que destacan los dos antagonistas: Tom Pelphrey y Jamie McShane. Suficiente para diferenciar esta propuesta del promedio y para mantener lo que queda de la fama de HBO Max (ya no es lo que era, pero tampoco ha dejado de ser completamente eso que fue).
Tom Brandis (Ruffalo) es un exsacerdote católico que abandonó los hábitos, se casó y se convirtió en agente del FBI. Se detecta al tiro que es un “tipo decente”. Como expresión de su bondad intrínseca, junto a su mujer y su hija biológica, adoptó a una pareja de niños negros. Esta decisión incubó la tragedia de su vida. Su hijo creció, desarrolló una enfermedad mental y, en un ataque de furia, causó la muerte de su madre, la esposa de Brandis. Así que ahora este está devastado; no sabe si ayudar o no a su hijo a salir más pronto de prisión, lo que lo aleja de su hija, la hermana biológica del homicida. Brandis bebe demasiado y está en la “congeladora”, es decir, se le ha asignado un trabajo subalterno: reclutar jóvenes para el FBI.
Sin embargo, por alguna razón, su jefa decide repentinamente devolverlo a la actividad policíaca. Le encomienda dirigir una fuerza de tarea conformada por policías regulares que debe encontrar y apresar a una banda de ladrones que está asolando el área. Los hurtos de la banda siempre afectan casas de distribución de drogas de una pandilla militarizada de motociclistas, los Dark Hearts (Corazones Oscuros).
Los crímenes están siendo perpetrados por Robbie Prendergras (Pelphrey), hermano de uno de los Dark Hearts, que fue asesinado por uno de los “tenientes” de la pandilla. El móvil de Robbie, entonces, es tanto crematístico como pasional. Este joven es más que todo un tarambana, un perdedor al que todo le sale mal, pese a su gran fuerza física y su apostura. Ama a sus hijos, con los que vive, aunque la crianza de los mismos está a cargo de su sobrina Maeve (muy bien interpretada por Emilia Jones), la única centrada de la familia. Esta vez, Robbie se ha metido en un lío más grave que de costumbre. Los motociclistas son el verdadero poder local, como puede saberse porque la investigación de Brandis es infiltrada por ellos desde el principio. El jefe de la zona, Perry (McShane), presionado por los “capitanes” de la agrupación, inicia una búsqueda interna, porque está claro que los ataques a las casas de drogas están vinculados con algún hecho interno. Así, los varios hilos narrativos se van desmadejando y desplegando ante los ojos del espectador.
“Task. Fuerza especial” es la típica traducción semi o casi ignorante de un título al español. En inglés, la miniserie se llama simplemente “Task” (Tarea), lo que permite que el título tenga un sentido metafórico, además del referencial que es el único que han querido captar los traductores. Una alegoría de los esfuerzos (que pueden ser banales o incluso bien intencionados) que conducen a la perdición.