Brújula Digital|10|03|25|
Fran Nieto
Si no estamos equivocados, “¿De qué espejo está hecha la vida?” es el sexto libro publicado por el poeta boliviano Javier Claure Covarrubias, residente en Madrid. No vamos a extendernos en presentar al autor; tan solo comentar que en la actualidad se pueden leer sus artículos publicados en el periódico digital Nueva Tribuna de España. Para todo aquel que desee consultar todo lo concerniente a su biografía y a su obra puede visitar aquí la web de la Asociación de Escritores de Madrid.
El prólogo del libro que nos ocupa (Aliar ediciones, editorial española) está firmado por Gaby Vallejo Canedo, una de las escritoras más destacadas de Bolivia y una figura prominente en la escena literaria internacional, quien por desgracia falleció en agosto de 2023. En él se destaca lo sugerente del título y se remite a tres poemas que son los que más le han inspirado: “Doña Efigo Onamoke”; “¿Saben qué recuerdo de Banjul?” y “Abre la puerta de tu casa”.
El poemario propiamente dicho se abre con una declaración de intenciones, ya que se titula “Poema subversivo”. Con ello el autor ya nos está indicando que no vamos a asistir a una correlación de escritos plácidos y con una mera intención estética, sino que se trata de sacudir la consciencia del lector y de alterar así desde el uso de la palabra escrita todo lo estable, y por ende, lo políticamente correcto. Un poema esculpido en constantes conatos de irreverencia, y que como se dice en un momento dado: “multiplica el pan sin la ayuda de Dios”, o también acusa los males endémicos de nuestra sociedad: “porque denuncia el delito envejecido en los bolsillos”.
Dedicar un poema a los leprosos, como ocurre en el segundo de la colección, ya es toda una audacia, pues de entrada se trata de hablar de la antítesis de la belleza, aunque se trate de una figura que haya aparecido a lo largo y ancho de nuestra literatura. Sin ir más lejos, ya Alfonso X el Sabio habló de ellos en sus Cantigas. El rechazo de todos hacia los portadores de esta enfermedad bacteriana que afecta a los nervios, la piel y el tracto respiratorio siempre ha sido más que evidente a lo largo de la historia de la literatura.
Como se creía que la lepra era muy contagiosa, la palabra leproso también llegó a utilizarse de forma más general para significar “un paria” o “una persona a la que hay que evitar”, por lo que en realidad se nos está hablando de todos aquéllos a los que actualmente tratamos como si fueran leprosos, como por desgracia ocurre con los miles de emigrantes que se ven obligados a exiliarse de su país (“y nadie escuchaba su caridad”). Los leprosos -denominados con un sinfín de apelativos despectivos- eran rechazados por el conjunto de la sociedad, lo cual les condenaba a sufrir la pobreza más absoluta.
Observamos en este mismo poema la presencia de la figura llamada polisíndeton, que es una figura retórica que consiste en el uso repetitivo de conjunciones en una frase en un texto. En esta ocasión la y es una conjunción copulativa que se va repitiendo con el objetivo de dar énfasis a lo enunciado. Lo curioso es que esta figura tan sólo la hallamos a partir de la segunda parte del poema, como si el autor quisiera buscar un “in crescendo” emocional.
El poema comienza enfatizando la preposición “de” para explicarnos la procedencia de los enfermos, “sigue con la preposición “a” para indicarnos hacia dónde se dirigían, y una vez en el lugar al que llegan topan con el rechazo absoluto, y esa “y” que se reitera una y otra vez es un grito de desesperación de quien no les acepta. Esta misma conjunción dará pié a otro poema posterior titulado precisamente “I griega” donde el autor aludirá a su oficio de escribiente preguntándose de forma reiterada los motivos por los que se dedica a escribir.
Más adelante nos vamos a encontrar otros ejemplos que también traten este mismo tema, como ocurre con el poema titulado “El emigrante”, o el que dedica a Palestina, con este mismo título, yes que las grandes injusticias sociales no pasan desapercibidas para un poeta que, como él mismo ha comentado en alguna ocasión: “trata de hablar sobre el peso de una historia y el eco de voces olvidadas”, ya que para él: escribir poesía” puede ser un acto de hacer frente a la miseria humana”, con el punto de mira puesto en “el anhelo incansable por la paz mundial”.
Al lado de estos poemas más reivindicativos también hallaremos otros de índole más personal donde se aparca la palabra feroz para dar paso a otro tipo de vocablos que buscan más la belleza y la estética. Esto ocurre por ejemplo en aquellos poemas dedicados a la familia. Nos referiremos a un par de ellos para que el lector se anime a buscar el contraste entre unos y otros.
El titulado “El día en que llegaste al mundo” está dedicado a su hija, y allí la alegría inicial de los tiempos que compartieron juntos dan paso a la melancolía y la tristeza por haberse tenido que separar de él. Así se pasa de versos tan joviales y animados como: “y te alcé en mi regazo con infinita ternura” o “y tu primer llanto fue la dulce melodía...” a otros más afligidos y apesadumbrados como: “luego fuiste una larga epístola” o “mis cicatrices afloraban como rosas sobre el nivel del mar”. A esté poema de índole más íntimo y personal hay que añadir otros poemas similares como los titulados “Mis abuelos” o “Cartas de Beatriz”.
En definitiva, Javier Claure nos señala de manera harto elocuente que la poesía no es solamente un lugar donde plasmar lo bello mediante los elementos propios del género, sino también una oportunidad perfecta para denunciar las atrocidades que por desgracias siguen sucediendo; una mezcla de resistencia ante las injusticias y de añoranza nostálgica. En los tiempos que corren, poemarios como este que nos ocupa son más necesarios que nunca, y tan solo queda felicitar al autor por su valentía a la hora de hacer buenas aquellas palabras de Gabriel Celaya de que “la poesía es un arma cargada de futuro”.
Fran Nieto es periodista y fotógrafo español, especializado en fotografía y arte.