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Cultura y farándula | 02/03/2025   10:45

|REPORTAJE|Bailar contra la corriente: el reto de quienes buscan vivir de la danza en Bolivia|Aislín Jarro|

Jóvenes bailarines paceños toman, inevitablemente, una decisión que marcará su futuro: debido a la ausencia de una carrera de danza, la presión de su entorno social y la necesidad de tener una seguridad económica, estudian una profesión ajena a su vocación y también a sus ilusiones.

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Brújula Digital|02|03|25|

Aislin Jarro

Cuando Nirvana Artieda recibió su diploma académico, suspiró profundamente. Los gritos, los aplausos, las cámaras y la música hacían vibrar el piso del coliseo de la Universidad Católica Boliviana (UCB): todo eso le decía que había llegado “el día”. Aquel momento, el de su graduación, se convirtió inolvidable, pues a sus 22 años, estaba lista para dedicar su vida solo al arte.

Bajó las gradas con su toga y birrete azul oscuro. Entre la multitud divisó a sus familiares, quienes la miraban con orgullo. Ella, hija, nieta y hermana, acababa de ser reconocida legalmente como licenciada en Comunicación Social y sus seres queridos pensaban que en ese momento se fundaba su futuro. Sin embargo, para Nirvana el momento era en realidad una despedida a una etapa para abrir las puertas a otra, en la que se dedicaría en cuerpo y alma a la danza, su gran pasión.

En La Paz, al igual que Nirvana, existen jóvenes bailarines a los que les gustaría convertir la práctica de esa actividad en su profesión. Pero no lo hacen y ponen la danza en un segundo plano, ya que no existen alternativas académicas de calidad en ese campo, y deben optar por cursar otra carrera “convencional” en el sistema universitario.

Para muchos jóvenes paceños si bien la danza está descartada, forzosamente, como primera opción académica, su práctica les permite potenciar ciertas aptitudes. Los

bailarines de folclore, clásico o contemporáneo no solo practican esta disciplina por amor, sino que tienen la posibilidad de comunicar lo que sienten, transformar su entorno y descubrir nuevas facetas de sí mismos.

Desde su nacimiento, Alejandra Condori, bailarina del Ballet Folclórico de La Paz (Bafopaz), ha considerado la danza como un hogar en el que puede ampliar su círculo de amistad y ser más extrovertida. “Yo era tímida antes. Mediante la danza he aprendido a controlar mi timidez y expresar cosas que siento”.

Su madre, Elda Mamani, reconoce que la danza la hace feliz, pues considera que cultivar la práctica de este arte “les ayuda en sus responsabilidades, en ser autónomas, en saber tomar decisiones, les forma también a ser independientes y a madurar emocionalmente”.

De igual manera piensa Fabiola Torres, madre de Marco Pérez, bailarín contemporáneo de la Compañía de Danza SHA: “Ha sido una disciplina para él. Así una formación, un modo de vida que él ha sabido absorber lo más que ha podido y ha sabido sobresalir, transmitir también”. 

Ignacio Grandi, bailarín de la Academia de Danzas Folklóricas, ADAF Bolivia, señala que “(la danza) se convirtió en algo más importante”, pues ayuda a que se puedan “comunicar mediante el baile, mediante un movimiento”.

Los bailarines usan el lenguaje no verbal en cada presentación, para “hacer o generar cambios, aunque sean pequeños, desde (la) escena hacia el público”, concuerda la bailarina de danza contemporánea, Sofía Claros.

La danza, representada en movimientos suaves o bruscos, refleja una realidad que el público empieza a percibir desde el primer minuto que capta la idea. Los bailarines demuestran su ser y controlan sus sentimientos con sus habilidades en el escenario.

“Es una forma muy importante de exteriorizar lo que uno lleva dentro. La danza tiene ese poder transformador y transmutador que nos puede conectar con algo más. […] no solamente se transforman nuestros cuerpos, sino también nuestras almas, nuestra visión, nuestra mente”, afirma Roberto Sardón, director de ADAF Bolivia.

Tal como sostiene Sardón, los bailarines o quienes estén interesados en la danza experimentan la conexión que tienen con esta disciplina. Por eso, a la compañera de ballet clásico de Nirvana, Ilse Quiroga, no le importa si se equivoca o está a destiempo con la música, pues es su “momento de libertad”, en el cual elige su felicidad. Como asevera la directora de SHA, Haru Beltrán, un espacio que “les da paz”.

Un mundo aparte de su realidad, alejado de sus problemas o ansiedades. Este lugar, abocado plenamente a formar su “yo” entre muchos, deja a los bailarines lo más preciado que guardarían en su corazón: su renacimiento.

 En la disyuntiva…

 A sus 15 años, Ilse tenía claro cuál era el camino que quería tomar: ser bailarina profesional. Aunque sea riesgoso, esa era su elección para el resto de su vida. Pero un día como cualquiera, llegó a su casa para recibir la noticia que le cambió la vida: su preciada madre, quien la había apoyado desde el inicio hasta el final, había fallecido.

El tiempo avanzaba para Ilse, entonces, tenía que asumir muchas responsabilidades a una corta edad. “Ha sido escoger una nueva vida de un día al otro”, confirma. Por tanto, escogió la carrera de Odontología como su otra opción.

Al igual que Ilse, la bailarina Alejandra tenía que pensar como una adulta. Ella vivía solo con su abuela, su mamá y su hermana. Elda, la líder de la familia, hacía todo por el bienestar de sus hijas, pues no quería que vivieran en una sociedad que no espera a nadie.

Durante el almuerzo, surgió la ocasión de hablar sobre la estabilidad de la bailarina en el mundo real. “Tienes que estudiar algo, dime qué vas a estudiar”, dijo la mamá, según recuerda la bailarina. Ella debía pensar en el bienestar de su hermana, pues Alejandra era la hija mayor. “Mi realidad era dura”, rememora. 

Después de reflexionar, Alejandra dio una respuesta a su madre: “Entonces, (estudiaré) Lingüística”. Y es la profesión que, actualmente estudia, a sus 22 años, aunque también entró a la carrera de Composición y Dirección Coreográfica de la Escuela Boliviana Intercultural de Danza (EBID), una universidad dedicada a dar licenciatura en tres estilos de danza: clásico, contemporáneo y folclore, establecida por el Decreto Supremo N.° 2931 en el 2016.

Esa institución superior tiene el objetivo de impulsar el profesionalismo en danza, pero Alejandra confiesa que no está muy segura si le entregarán su título por los problemas administrativos que registra como entidad pública. “Siento que no tienen ganas de ayudarnos porque se supone que, como escuela y como primeras promociones que ya van a salir, deberían tener más apoyo”.

De ese modo, la EBID deja una incertidumbre en los futuros bailarines profesionales y quienes quieran formarse en ella. Además, esta escuela no es conocida en su totalidad. “Me he enterado hace muy poco de la existencia de este lugar”, como manifiesta el joven Marco Pérez.

Con 23 años cumplidos, Marco estudia Cine y Producción Audiovisual en la Universidad Mayor de San Andrés (UMSA). “Valía la pena encontrarme con una carrera en la que pudiera explotar o que me dé el tiempo”. Él no quería dejar la danza en un segundo plano, pero ya tenía que decidir qué hacer con su vida. 

La carrera es importante en una sociedad que necesita profesionales. Nirvana, al igual que los demás bailarines, tuvo que experimentar acontecimientos que marcaron su futuro. “La danza, pues, no es común”, asegura. Afortunadamente, Comunicación Social de la Universidad Católica Boliviana (UCB) “San Pablo” la convenció.

La literata y educadora Mónica Velásquez, que ha indagado sobre la formación artística en Bolivia y la educación, comunica que si la danza o cualquier otra manifestación de arte escénico no es percibida como un trabajo aceptado por la sociedad, no existe la posibilidad de realizarse. 

Por esa razón, los bailarines son indecisos al escoger la carrera alternativa de su futuro. Asimismo, la EBID es invisible a los ojos de algunos bailarines que dudan de su propuesta académica. “Entonces, si no tienes el punto formador y no tienes tampoco el punto laboral, evidentemente, la percepción social es que eso es un hobby, una tarea menor o un lugar de entretenimiento”, confirma la literata y educadora Velásquez.

Carrera descartada

En La Paz, hay 32 establecimientos que proporcionan servicios de educación superior, según la Guía de universidades del Ministerio de Educación del año 2016. Entre ellas se encuentran la UCB y la UMSA.

No obstante, en ambas instituciones, la danza es descartada como profesión por diferentes factores. En el caso de la UCB, la directora de la Dirección Académica,

Yolanda Ferreira, manifiesta que como establecimiento educativo tienen el compromiso de formar profesionales que tengan una posibilidad de tener trabajo. “Si esto no se garantiza, entonces, también puede ser un engaño por parte de la universidad”.

Alejandra Echazú, directora del Departamento de Cultura de la UCB, señala que la ausencia de esta profesión proviene de un alto mando mayor que la universidad. Ella comenta que el Comité Ejecutivo de la Universidad Boliviana (CEUB) “no reconoce las carreras de danza como carreras”, pues el Ministerio de Educación ya se encarga de dar certificados de profesionalización “en base a la experiencia obtenida”.

Por otro lado, la UMSA excluye la posibilidad de habilitar una carrera de danza porque argumenta que no hay presupuesto y aunque hubo propuestas de un diseño de carrera, el jefe de la División de Cultura y Artes de la UMSA, Luis Fernando Zegarra Castro, explica que las expresiones artísticas del país “no están sostenidas ni por el Estado ni las universidades”.

Aun así, al igual que la UCB, la UMSA oferta la danza dentro de su sección de cultura como una actividad personal para los estudiantes.

En el escritorio

Uno de los factores que genera que la danza no sea considerada como una profesión válida es que existe desinterés en impulsar leyes que contribuyan su promoción. “Empezaremos comunicándote de que no hay una ley del artista”, asegura el presidente de la Asociación de Artistas de la Danza (Asoadanz), Víctor Angulo.

“Hemos trabajado ya desde hace más de cinco años y además se viene trabajando ya desde muchos años atrás con (el fin de) promover una ley de culturas y una ley del artista”, señala el presidente de Asoadanz. La dejadez del Estado, dice, se ha convertido en una problemática que frena las propuestas.

El técnico de Educación Física de la Dirección General de Educación Secundaria del Viceministerio de Educación Regular, Grover Sánchez, no cree que sea una dejadez, mas sí una cuestión que “tendría que nacer, que tendría que venir en una corriente sustentada y hacer la propuesta para que sea una profesión”.

Según su criterio, todavía no existen proyectos que formulen un nuevo paradigma sobre la formación en danza a nivel licenciatura. Esta propuesta tendría que tener “un sustento” suficiente para implementarse en la educación y el ámbito laboral.

Como institución pública, la Escuela Boliviana Intercultural de Danza (EBID) se crea el 2016 por el Decreto Supremo N.° 2931: Creación de la Escuela Boliviana Intercultural de Danza. De acuerdo a la norma, es una universidad que ofrece “formación profesional artística pública, de naturaleza descentralizada, con patrimonio propio y personalidad jurídica, con autonomía de gestión administrativa, financiera, legal y técnica, bajo tuición del Ministerio de Educación, con sede en la ciudad de El Alto”.

No obstante, algunas autoridades del Gobierno están parcialmente enteradas que existe esta institución. Tal es el caso del ya mencionado Sánchez, quien propone que “sería bueno que alguna institución se haga cargo”.

Educación

La formación profesional de la danza es un tema relevante para los bailarines. Una mayor promoción en la educación primaria y secundaria abriría caminos a cualquiera que desea seguir su aptitud, mas esta idea es incluida de manera tradicional en actividades pasajeras.

La danza no se contempla como un área formativa dentro del modelo educativo. Es decir, no tiene un espacio a nivel educativo para el estudiante, como otras materias troncales: Matemáticas, Física, Química, entre otras. “Justamente porque nuestro modelo educativo está planteado en ese sentido”, expone el técnico de Educación Física, Sánchez.

Aún cuando Asoadanz ha propuesto la idea de desarrollar una materia con base en esta disciplina artística en los colegios, Sánchez mantiene su posición de que “Comunicación y Lenguajes, Artes Plásticas, Música y Educación Física. […] son las encargadas de poder orientar al estudiante en lo que es el arte”.

Para que esta disciplina sea admitida en los colegios, es necesario un proceso antes de su implementación. El presidente de Asoadanz explica que se debe hacer “un planteamiento al Estado”. Del Gobierno irá al Ministerio de Educación y Culturas y de este a las unidades educativas, fiscales o particulares.

Callejón sin salida

A través del agujero de la puerta principal de su casa, una pequeña Alejandra, de 5 años, vio a unas jóvenes que interpretaban un cuadro folclórico. “¿Qué es eso, mamá? ¿Vamos?”, recuerda que le preguntó a su abuela. Cada fin de semana, la sede social detrás de su casa reunía a bastantes bailarines, músicos, ciudadanos, entre otros.

En ese entonces, la futura bailarina del Ballet Folclórico de La Paz nunca imaginó que podía enamorarse a primera vista de la danza. Cuando consiguió pertenecer al grupo infantil folclórico del ballet Illimani, decidió que esa era su vida. Pero aunque fue su elección, no pudo permanecer por las presiones implícitas que se avecinaban antes de salir del colegio.

“En este mundo globalizado, también hay que ver las otras opciones y cómo nos pueden apoyar en lo que hemos escogido”, dice Elda, madre de Alejandra. Pese a que el soporte personal existe, a la líder de la familia no le gustaría que una hija sea inestable económicamente en un futuro. “Si lo vemos así, fríamente, dejando de lado la pasión de lo que a uno le gusta, puede ser que encontremos mayores posibilidades de trabajo”.

Como predijo Elda, la sociedad ha cambiado. La época en que vivía no es la misma que ahora. Existe mayor competencia laboral y más desempleados jóvenes, por tanto, si los bailarines tendrían que elegir entre su pasión o su bienestar, es muy probable que escojan la segunda opción.

Como cada líder de familia, la preocupación sobre el futuro de sus hijos se mantiene hasta que salgan de la universidad con un título en la mano. “Ahora es joven, casa y comida la tiene, pero un día podemos estar y otro día no”, asevera Fabiola, madre de Marco.

Para ellas, la danza sí puede ser una carrera que forme profesionales. Aun así, no dejan de lado, entre sus pensamientos, que Bolivia no es un país que fomente el arte como otros lo hacen. La madre de Nirvana, Graciela Paccieri, cuenta que le dijo a su hija: “Ya, te quieres dedicar a la danza, está bien. Bailar, realmente, está bien, pero me estudias”.

En ese contexto, la bailarina Sofía Claros considera que la sociedad también genera presión en ellos (los danzarines) por el desconocimiento de su esfuerzo en presentaciones, eventos o concursos en los que participan. “Creo que obviamente si tu hijo o si tu hija practica danza, el apoyo familiar está bastante presente en varios casos, pero si hablamos en una forma más global como la sociedad, lamentablemente, no”.

Debido a esas condiciones, artistas escénicos o de otras disciplinas optan por irse de Bolivia y surgir en un país que acepte su vocación. Es lo que pasó con Valeria Valda, quien se fue a Canadá a estudiar la carrera de danza. “Gracias a Dios he recibido mucho apoyo de mis papás, demasiado apoyo de mis papás”, relata. 

El apoyo económico de sus padres fue una gran ayuda que le permitió estudiar en Canadá. Sin embargo, no todos los bailarines tienen la misma suerte. “Yo tengo muchos amigos que quisieran hacer lo mismo que yo he hecho”, menciona.

Alternativas

De acuerdo al director de ADAF Bolivia, Roberto Sardón, una de las alternativas para convertir la danza en una profesión reconocida es que los jóvenes se atrevan a “ir detrás de sus sueños, ir detrás de sus convicciones”.

Además, los bailarines pueden desarrollar su disciplina artística en academias especializadas en distintos estilos de danza. El exdirector del Ballet Clásico Contemporáneo de la UMSA, Milán Aguirre, comenta que necesitan entrar a una compañía que “tenga todas las prestaciones”. Depende del interesado si quiere profesionalizarse a su modo.

Una alternativa que elude la necesidad de inscripción a un ballet es la autoformación. Oscar Rea, bailarín que estudió danza contemporánea, danza folclórica y danza clásica en Argentina, y ahora es docente en la Escuela Boliviana Intercultural de la Danza (EBID), menciona: “La profesionalización de cualquier disciplina no depende solamente de ir a una universidad y que te den un título; (se) puede ser autodidacta”.

Y, pese a que la formación profesional en danza dure entre 10 a 15 años, “las cosas irán de a poco cambiando”, comenta el director del Ballet Folclórico de La Paz (Bafopaz), Víctor Salinas.

De otra forma, el joven interesado puede viajar al exterior para recibir una mayor educación o tomar clases de forma virtual con maestros especializados. Cuando el bailarín se va al extranjero, obtiene un título que avala su educación. La directora del ballet Mandala Truddy Murillo cree que, si se llega a un acuerdo con el Ministerio de Culturas, existe la posibilidad de que se acrediten “los estudios de gente que ha estudiado afuera”.

Cada bailarín tiene una aspiración: vivir de la danza. Mientras bailan, expresan al público su amor al arte. Esta es la única forma de decirle al mundo real que, aunque no tengan la libertad de elegir quiénes quieren ser, son leales a su vocación.

Las puertas a su futuro como bailarines profesionales seguirán cerradas mientras no se cumplan tres condiciones: que exista una carrera en las universidades paceñas, que la presión de su entorno social se disipe entre las nubes y que la necesidad de una seguridad económica deje de ser una obligación rotunda. De otro modo, ellos continuarán con su vida, atrapados en el mundo real, y tomarán la decisión predeterminada, porque como dice Nirvana: “Es bien difícil (dedicarse a la danza) cuando estás abandonado”.

 Aislin Jarro es comunicadora social. Este es un resumen de su trabajo para graduarse de la UCB.





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