Brújula Digital |13|10|24|
Rodrigo Ayala |Tres Tristes Críticos|
Araña sagrada, aunque tiene financiamiento danés (y ha representado a ese país en diversos certámenes internacionales), es una película iraní, no solo porque su director y su actriz principal tienen esa nacionalidad, sino porque de manera muy precisa pretende demostrar la “perversidad” de la aplicación de los postulados fundamentales del régimen teocrático iraní, en la vida de la gente común. Se trata entonces de una suerte de enjuiciamiento hecho en forma precisa, sin demasiados discursos, pero con una argumentación que se basta por sí misma, expresada en el desarrollo argumental, el que a su vez reproduce hechos que ocurrieron en la realidad.
La “perversidad” mencionada, se construye en dos niveles distintos; la de las victimas desprotegidas en el contexto de un Estado dogmático y fundamentalista, y la del asesino y los apologistas del asesino, alienados por las ideas imperantes, desprovistos de una mínima capacidad de empatía.
En Mashad, ciudad sagrada iraní, un ciudadano, en apariencia “común”, mata 16 prostitutas en los años 2000 y 2001. La película retrata en forma paralela la investigación realizada por una periodista llegada de la capital, y la vida cotidiana del propio asesino; la relación con su familia, y la forma como encara sus crímenes. En ese sentido se trata de un thriller atípico; el interés no se centra en saber la identidad del villano, como generalmente ocurre, sino bien en descubrir las claves de un funcionamiento social defectuoso.
La periodista busca una suerte de redención personal; su jefe la acosaba en el periódico en el que trabajaba, y cuando ella denuncio el hecho quedo “marcada”, es decir, sufrió una suerte de castigo social. La terquedad con la que encara la búsqueda del asesino, es una manera de responder a la injustica sufrida.
El asesino, como generalmente ocurre en estos casos, procura tener una vida normal, aunque solo alcanza la satisfacción personal al forzar la muerte violenta de las prostitutas. La diferencia en este caso, con otros similares, es que realmente cree que está realizando un deber sagrado al matarlas (obviamente en ningún momento se plantea el matar a otros “pecadores” físicamente más fuertes; traficantes de droga, ladrones, etc.).
La película se esfuerza por mostrar la normalidad de la vida cotidiana, sin caer en la acción o el suspenso hollywoodense; en ese sentido es fiel a sí misma. De ahí también, que el momento más interesante de la misma, llegue cuando el villano ha sido descubierto y está en la cárcel. En ese instante hace público su discurso (es un “instrumento” de Dios) y se va convirtiendo en un héroe popular.
El tema es que en el contexto de la sociedad iraní, ese discurso es realmente coherente, ¿Si la prostitución es una ofensa al creador, acaso no es un deber de los creyentes matar a las prostitutas? Así lo asume el criminal, así lo asumen sus familiares cercanos (especialmente su hijo]), así lo asume la mayor parte de la opinión pública de la ciudad “sagrada”, y al parecer, así parecen entenderlo, por lo menos por un momento, las autoridades locales.
Lo interesante de la cinta es que desnuda sin tapujos la incoherencia estructural de un régimen como el iraní. Está claro que las prostitutas ejercen el oficio por necesidad, por tanto, el Estado falla al no darles las condiciones para que vivan una existencia digna. Y sin embargo es ese mismo Estado el que ideológicamente aliena a la sociedad para que las considere “indignas” y por tanto pasibles a ser asesinadas.
Viendo la película entendemos mejor las contradicciones de un país, que por un lado fomenta la producción capitalista, pero por el otro sostiene a una policía que golpea y castiga mujeres “ipso facto”, por no taparse la cabeza, o no cubrirse bien los brazos y piernas.
Lo destacable en Araña sagrada, está en que no solamente denuncia, sino que también explica, a través de la descripción de los actos e ideas de la vida cotidiana.
También es interesante el conocer que la actriz principal de la película Zahra Amir Ebrahimi, tuvo que exiliarse de su país cuando se dio a conocer un video intimo suyo, sin su consentimiento, por el cual fue condenada a diez años de cárcel y 99 latigazos (si, aunque usted no lo crea en Irán los latigazos forman parte del sistema de justicia).
En suma, se trata de un producto interesante y bien hecho, y si a usted le interesa puede encontrarlo en Netflix o pedirlo (“hacérselo bajar”) en una tienda de películas del rubro. Una buena oportunidad para descubrir como este género, el thriller, se “aclimata” a diversas realidades y necesidades sociales.