Brújula Digital|02|10|24|
Erika Brockmann
Con la historia plasmada en este libro, Amalia intenta desentrañar las razones por las que, la búsqueda apasionada y plagada de dudas de la verdad no es un esfuerzo vano, aunque en este empeño a las protagonistas y (a las y los lectores) se nos condene a sumergirnos en un terreno fangoso plagado de alimañas y violencias que atraviesan el mundo privado y público que nos rodea. En “No me buscarás en vano”, lo que comienza con la búsqueda de la explicación de un aparente suicidio se convierte en varias búsquedas desesperadas a la vez.
Y es que, como en la vida, en esta novela, la historia es complicada. Amalia nos introduce hábilmente y sin tregua en la dimensión más íntima de sus personajes, predominantemente mujeres. Por ello penetramos en los salones de su mente para conocer los fantasmas que las persiguen. Nos cuentan situaciones de abandonos reales e imaginarios, pobreza, el despertar violento a la sexualidad, del embarazo adolescente, y de matrimonios fallidos, forzados y por conveniencia. Experiencias, que irremediablemente marcan el transitar por este mundo de Alejandra, Soledad, Pilar y Shirley quienes, a su modo, no se rinden al destino fatal de su existencia.
El mundo subjetivo de las protagonistas se entrecruza alternadamente. Alejandra y Soledad nos cuentan de su caminar entre las sombras, en una densa historia que, sin embargo, tiene algunos momentos de respiro, como cuando nos envuelve el aroma de un buen café, del pan recién horneado o la comida amorosamente preparada en tiempos de distensión. Olores y sabores presentes en los encuentros de amigas cuyo cotilleo, confidencias, competencia de afectos y pequeños enredos de cuasi colegialas, contrastan con la intensidad de sus historias de amor y desamor. Con afán justiciero, rabia contenida e impotencia Alejandra y Soledad emprenden la tarea de buscar las razones de la muerte de un amor que, de distintas maneras, dejó una huella indeleble en sus vidas. Amalia nos cuenta esta historia con intensidad bien calibrada, tejida sobre la sórdida faceta de la política real, en un entorno hostil, oscuro y difícil que no deja de resultarnos familiar.
“No me buscarás en vano” tiene un precedente en una novela de Amalia titulada “Yo la reina de sus sueños”, que puede entenderse la primera parte de la que ahora estamos presentando. Rodrigo Duarte, el exmarido de Alejandra, se perfila como un personaje envilecido por la mieles e inmundicias del poder, como tantos otros que se regodean impunes aquí en Bolivia o en cualquier latitud de nuestra geografía global. Ese poder expresa su potencia afrodisiaca en sus múltiples facetas, desde una sexualidad que puede ser opresora o liberada y que termina desafiando los dogmas de la iglesia y su papel regulador de los asuntos amatorios. Aquí Alejandra parece una persona angustiada y sumisa. Pero, en “No me buscaras en vano”, Alejandra ya no es la misma. La que fuera la reina de los sueños pasiva ante las miserias y turbia vida pública de su esposo experimenta un cambio sin retorno. Si bien encuentra pistas certeras en el empeño de explicar la muerte del hombre con el que vivió una historia de amor sin ataduras, debe resignarse a un final inconcluso. De tal modo queda pendiente la tarea de desmantelar la sinuosa cadena de mando y las miserias que operan a la hora de armar casos que terminan definiendo del destino fatal y trágico de las personas.
Si bien la historia transcurre en Bolivia, los hechos narrados podrían encontrar circunstancias similares en otras latitudes para adoptar un alcance universal: ¿No es acaso el tenebroso operativo del hotel Las Américas de abril de 2009 una píldora de realidad ficcionada vinculada a hechos oscuros cuya historia mal contada aun reverbera en la memoria pública y en proceso judiciales abiertos dentro y fuera de nuestro país? La evocación del cruel asesinato de la periodista Hanalí Huaycho perpetrado por su cónyuge, un teniente de policía ¿no es otro episodio real que tras la consternación inicial termina archivado hasta caer en el olvido, tras confusas poco convincentes y hasta irrisorias conclusiones oficiales plagadas de secretismo? El teniente de policía testigo del truculento operativo ¿no terminó convirtiéndose en el eslabón prescindible a eliminar del camino para acallar los secretos que habría compartido en la intimidad con la esposa asesinada? Casos como estos abundan dejando una estela de dudas y temores. Amalia nos remite a las alcantarillas del mundo político, como siempre bajo sospecha.
Esta novela trajo a mi mente un recuerdo que me acompaña desde que, muy joven, me lancé a las turbulentas aguas de la política. Rosa Lema Dolz, pionera y polémica líder de la Revolución Nacional, recurrió a una metáfora en un intento de matizar mi romantizada e ingenua visión de este desprestigiado oficio. “Mira Erika –me dijo– la política es comparable a una hermosa ciudad construida por los humanos para deslumbrarnos, satisfacer necesidades y hacernos algo más felices y menos miserables. Pero ¡cuidado!, es terrenal, tiene sus bajos fondos y sus alcantarillas. Pueden desbordarse con sus inmundicias para convertir las oficinas, plazas y parques en espacios malolientes donde proliferan, sin contención, sucios enjuagues, oscuros negocios y perversas pasiones. De tal modo me sugería que en situaciones límite había que encender las alarmas para prevenir que la podredumbre nos intoxique. En la capacidad de su contención radicaría la virtud y la potencia transformadora de la política.
Alejandra –personaje– jamás imaginó navegar en los márgenes de estas aguas turbulentas. La política no era lo suyo. Sin embargo, tras lo vivido, decidió no resignarse a la normalización de la violencia, de las injusticias y de las disputas de poder y de narrativas oficiales en estos tiempos líquidos plagados de medias verdades.
Amalia –narradora– va plantando señuelos que mantienen viva la curiosidad por esclarecer los embrollos de una trama dinámica. Puede ser una intrigante carta cuyo origen y motivo no se sospecha; una llamada impertinente o un timbrazo a deshora; un poema inconcluso para descifrar; una sugestiva nota de prensa o la impaciente espera de una respuesta de WhatsApp que no llega. Con habilidad, dosifica la cadena de sobresaltos que alimenta nuestra sed de respuestas para esclarecer los enigmas detrás de crímenes ocurridos en circunstancias confusas e inexplicables. Por todo ello “No me buscarás en vano” tiene tanto de novela negra, de política, de intimidad y de feminismo”.
Con ello Amalia se suma a otras escritoras que recuperan una nueva dimensión del mundo subjetivo y activo de las mujeres desde una cotidianidad antes invisibilizada. De pronto, las tensiones del mundo personal revelan problemas de orden público y colectivo. Se trata de una ola literaria liberada de los estereotipos que restaban brillo y complejidad a personajes femeninos. A veces me pregunto, ¿será que, un buen narrador varón podría ingresar en la intimidad existencial de las mujeres con similar sensibilidad y calidad narrativa? Seguramente, pero lo que sí creo es que la irrupción de las mujeres en el mundo literario amplía y enriquece la comprensión de los insondables misterios de la condición humana, particularmente de la de las mujeres.
Concluyo deseando que, como yo, ustedes y sucesivos lectores, disfruten al leer la historia que Amalia nos regala con este nuevo libro. Tengo la seguridad de que los colmara de descubrimientos, nuevas preguntas y sobresaltos.
Gracias, Amalia, por la oportunidad de brindarnos esas emociones.
Erika Brockmann es psicóloga, con maestría en ciencias políticas.