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Cultura y espectáculos | 11/09/2018

Los “Ensayos para el debate” de INASET

Cuando menos desde los años 50 del siglo pasado, Bolivia ha experimentado con “modelos” económicos (capitalismo de Estado; neoliberalismo; intentos de economía social de mercado; socialismo SXXI) y políticos (dictaduras militares, democracia liberal, y democracias populares) que estaban destinados –todos y siempre– a promover el desarrollo y acabar con la pobreza. Pero, lejos de lo esperado, el resultado concreto es que mientras en 1950 el PIBpc boliviano (ajustado por paridad de compra) era un 74% del PIBpc de América Latina, hoy es del orden del 35% y persisten aún irresueltos apremiantes temas sociales, económicos, institucionales y ambientales que nos confinan al último lugar en Sudamérica y, junto a Nicaragua y Haití, a los últimos lugares de América Latina y el Caribe.

Esta realidad no se ha modificado con el Proceso de Cambio. Según el discurso oficial, se habrían realizado transformaciones que aseguran el crecimiento económico que terminaría con la pobreza el 2025; pero en 12 años de gestión, no se han cerrado estructuralmente las brechas que nos separan de los promedios regionales. Las oposiciones políticas critican el exitismo oficial, pero tampoco plantean propuestas que impliquen cambios estructurales respecto a las vigentes.

En ambos lados predominan discursos llenos de clichés y palabras vacías de contenido, grandes proyectos “de impacto”, y lluvias de datos y cifras sin interpretación integral; por ello, los debates políticos se diluyen en subjetividades y en improductivas discusiones ideologizadas sobre básicamente la misma agenda centrada en el extractivismo, la estabilidad macroeconómica y el crecimiento. Pero, para las personas “de a pié”, existe un inexplicable contrasentido entre los titulares de prensa que elogian las tasas de crecimiento y los millonarios proyectos de desarrollo, frente a la lacerante realidad de creciente precariedad del empleo y de insuficiencia de los ingresos en la mayoría de los hogares.

Sin duda, existe pues un marcado divorcio entre las expectativas y necesidades de la ciudadanía, y las prioridades y las acciones de los gobiernos.

Está claro que los temas relevantes no serán abordados por iniciativa de la “clase política”. La sociedad civil debe introducirlos al debate a fin de identificar las reformas estructurales que nuestro desarrollo requiere. Es decir, si la sociedad no interpela a los políticos por la levedad de sus propuestas ni les demanda definiciones concretas en torno a las prioridades, seguirán siendo esquivos los objetivos estratégicos que nos encaminen finalmente hacia un desarrollo sostenible.

Este desafío ha motivado los 32 años de existencia de INASET; gracias a experiencias compartidas por miles de trabajadores, empresarios, académicos –y hasta políticos– desde fines de los 80 del siglo pasado entendimos que la clave para superar la pobreza y la desigualdad, es entender que la salud de la economía no se mide por su tasa de crecimiento, por la estabilidad de su macroeconomía, por la capacidad de controlar la inflación o por el volumen de sus reservas, sino por su capacidad de incorporar –social, equitativa y productivamente– a toda la sociedad en la creación de valor: el trabajo humano es el origen del valor y de los ingresos, y deben ser las personas las destinatarias directas y finales de los beneficios del crecimiento.

Por supuesto, no implica que sean innecesarios el capital u otros recursos materiales o técnicos, pero una “economía para la gente” valora esos aportes en función de su pertinencia para contribuir al bienestar de las personas, a la sostenibilidad ambiental y a la construcción de una sociedad efectivamente solidaria e inclusiva.

Entendido el desarrollo de esta manera, es evidente que la mayoría de las políticas económicas aplicadas a lo largo del último medio siglo han ido “contra ruta” respecto a las necesidades de la gente. Las investigaciones de INASET ponen de manifiesto esta realidad. Aunque compartimos nuestros resultados y conclusiones con los niveles políticos y técnicos de todos los gobiernos sin ningún prejuicio o preferencia partidaria, hemos tenido muy poco eco en esos niveles porque nuestros resultados casi siempre rompen sus paradigmas (o cegueras) teóricos, ideológicos, políticos… o sus intereses.

De ahí nuestro entusiasmo por participar activamente en Brújula Digital. Desde los “Ensayos para el debate” de INASET, presentaremos a todos los lectores los resultados de breves estudios, fundamentalmente empíricos, sobre aspectos que tienen relación con el desarrollo sostenible, la diversificación productiva y el empleo digno.

Conscientes que “la frustración es el resultado natural de un optimismo infundado”, las reflexiones partirán reconociendo nuestra situación real en el contexto del desarrollo latinoamericano, y el desempeño relativo del Modelo Económico Social Comunitario Productivo en ese contexto; luego revisaremos, por ejemplo, las características del crecimiento de nuestra economía y sus relaciones con el empleo, con la diversificación productiva, la institucionalidad, y la distribución del ingreso. Al indagar el impacto de la distribución del ingreso en la pobreza y la desigualdad, exploraremos también el rol que juegan los sistemas secundarios, como la tributación y la financiarización, en la configuración de la realidad que vivimos.

En todos los casos nuestras conclusiones y propuestas son “tentativas”: no creemos ni pretendemos tener la verdad, pero esperamos ofrecer suficientes evidencias como para motivar un debate más amplio.

Sean pues bienvenidos a este espacio, pero recuerden: “la mente, al igual que un paracaídas, solo sirve cuando está abierta”.

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