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03/09/2018

Ni mala madre ni privado

La noche del viernes 18 de mayo, en El Alto una mujer de 22 años mató a sus tres hijos y después se suicidó. El jueves 7 de junio, también en El Alto, una madre grabó un video de despedida, mató a sus dos pequeños hijos y luego se quitó la vida. El martes 14 de agosto, en Cochabamba, otra mujer de 25 años estranguló a sus tres hijos. ¿Qué llevó a estas tres madres menores de 30 años a matar a sus hijos? Las respuestas pueden quedarse en sus propios argumentos. En la nota que una de ellas dejó escrita arguye razones económicas. La segunda justificó su accionar por la infidelidad de su pareja; y la tercera, a la violencia en la que vivían ella y sus hijos. Seguramente todos los argumentos son verdaderos, pero solo representan una pequeñísima parte del desgaste del valor de la familia, de la vida; son muestras de la desesperación y la falta de solución que estas personas veían para el futuro.

Una amiga conmovida comentó que seguramente estas mujeres vivían demasiada violencia y no querían que sus hijos continúen ese mismo camino de abusos, de pobreza; o que lo hicieron para no dejarlos solos, puestos que ellas tenían la decisión de quitarse la vida. Lo que queda claro en los tres casos es que a pesar de los avances en el reconocimiento de los derechos de las mujeres, y de la promulgación de leyes en favor de la igualdad de género para crearse un espacio público y privado de respeto y armonía existe un gran sector de mujeres a las que estos avances no les ha llegado, no les alcanzaron y, finalmente, no las salvaron.

Preocupa más todavía saber que eran tan jóvenes. Pertenecían a una generación supuestamente menos vulnerable, más liberada; que usa la tecnología y tiene acceso a una serie de información que las empodera y les permite avizorar la construcción de vidas distintas a las de sus madres. Así piensa uno cuando conoce detalles como las notas que dejaron escritas o las filmaciones que hicieron de ellas y de sus hijos antes de terminar con sus vidas.

Estos casos no pueden ser considerados aislados ni tomados ligeramente como la acción de “malas madres”; tampoco son meras estadísticas, no son casos privados en los que el Estado no debe actuar. Son asuntos de carácter público que merecen la intervención de las autoridades pertinentes en la observación de fenómenos sociales que responden a una falta de valores. Debemos percatarnos que hay otros factores que están incidiendo con mayor fuerza que la importancia de la familia, del respeto, del cariño y la protección de todos sus miembros. Estos hechos tan dolorosos nos están dando cuenta de una sociedad muy preocupada en sus luchas de poder y poco o nada interesada en la búsqueda del bienestar de su niñez, de sus jóvenes, de los seres humanos que la conforman.

Lucía Sauma es periodista



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