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30/11/2018

El patriarca quiere dirigir la lucha feminista

Si usted creía que la erradicación de la violencia contra las mujeres iba a ser una prioridad estatal, ahora puede estar segura (o) de que no, no lo fue, no es y no será importante para este gobierno.
Hace algunos días, luego del 25N, Día Internacional contra la violencia hacia las mujeres, y durante uno de los “encuentros” de su gobierno, el presidente Evo Morales relató que su padre solía decirle: ‘Evito no hay que pegar a la mujer’ en un contexto en el que se anunciaban la creación de una defensoría de la mujer y un gabinete burocrático que él lideraría.

A partir de la narración presidencial se podría colegir que Evito creció pensando que la violencia hacia las mujeres sólo se expresaba en la paliza, quizás por eso Evito no sabe y no puede entender que la violencia hacia las mujeres también puede ser verbal, económica, psicológica y simbólica, que puede expresarse en chistes obscenos, denostaciones de la sexualidad de la mujer, etc.

Aquel Evito que escuchó el consejo de su padre, años después se hizo músico cediendo a la vida bohemia y promiscua que viven algunos de ellos, luego se hizo cocalero y después diputado; en esos momentos abandonó a dos mujeres embarazadas y trató con desidia parental irresponsable a los hijos fruto de esas relaciones, pero creyó que lo hacía muy bien.

Creció ignorante, sordo del alma, ciego del corazón y dueño de una torpeza iletrada de la cual se siente orgulloso. Fiel a ese dechado, ha cobijado en su bancada un significativo número de machistas violentos, misóginos y violadores comprobados; ahí está el exsenador Adolfo Mendoza que fue denunciado por violencia a su esposa y familia, o el mediático diputado Henry Cabrera que se hizo conocido por haber golpeado salvajemente a su pareja y nunca fue procesado. O los exdiputados Eugenio Quispe y Jacinto Vega, ambos violadores miserables de niñas menores de edad, incluso con vínculo familiar en alguno de los casos. Todos masistas, evistas y militantes del proceso de cambio.

En medio de este nauseabundo contexto político de abuso y degradación hacia las mujeres, con una justicia elegida a dedo por el partido de Evo, la cumbre de la sinvergüencería gubernamental es la creación de instituciones inútiles para tapar el fracaso evidente de su gestión después de casi trece años, en relación a la erradicación de la violencia contra las mujeres. Tenemos una ley sin presupuesto y el pésimo ejemplo del primer mandatario en materia de respeto a las mujeres  no ayuda, aun así, Evo pretende seguir engordando las planillas burocráticas y proclamarse el paladín de la justicia.

Pero quienes odian el olor a papel y lápiz creen que la educación no es fundamental, adoran hacer apología de la ignorancia y se sienten capaces de dirigir luchas tan importantes como la feminista. Un patriarca como Evo sólo vilipendia y denigra esta ardua lucha. Sus anuncios oficinescos y autoproclamaciones insultan a las mujeres, porque la violencia no es sólo el moretón, violencia es también que las mujeres tengan dos o tres trabajos para pagar la comida, que deban pagarle del mínimo nacional que ganan a una niñera para poder salir a trabajar y que además sean juzgadas por hacerlo, que en el trabajo deban soportar acoso, que no puedan salir a la calle muy tarde por el temor a ser violadas o que acaben muertas en manos de sus ‘parejas’. Violencia también es que sean criticadas por el propio Estado cuando deciden no ser madres, o por sus jefes, de esto puede dar fe la ex Ministra de Salud. La mujer no necesita ser cuidada y protegida como dice en sus discursos, la mujer debe ser respetada.

Parafraseando al padre del primer mandatario: Evito no hay que pegar a la mujer, pero tampoco hay que abandonar a las mujeres que embaraza, ni utilizar a las mujeres o enamorar quinceañeras porque es un delito. Presidente, no haga chistes machistas porque ofende, ni maltrate verbalmente a sus compañeras de trabajo. No cosifique a la mujer en propagandas o proclamas electorales. Presidente Evo, no se haga al defensor de las mujeres, que las mujeres de sobra sabemos que no lo es.



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