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30/11/2018
El Compás

El error estratégico de Mesa

Fernando Molina
Fernando Molina

¿Por qué se han inscrito en las elecciones tantas candidaturas opositoras “menores”? Primero, porque las primarias permiten un espacio en el que es posible buscar notoriedad sin necesidad de poseer otra cosa que una sigla; digamos que las primarias han disminuido el “costo de acceso” a la primera parte de la elección que está en curso. Los candidatos que participan en ella no necesitarán mucho dinero ni muchos recursos para hacer campaña. Luego, juzgando cómo les está yendo, podrán o no seguir en carrera y participar de las elecciones presidenciales de 2019.

Pero también hay otra razón, menos comentada. Esta es la decisión del frente del expresidente Carlos Mesa de no llegar a tratos con los partidos, de cerrarse en el acuerdo Mesa-Revilla y de apostar por una candidatura sin políticos conocidos. Dado que este es el frente con mayores posibilidades electorales, esta decisión ha disminuido drásticamente las chances que tenía la clase política de obtener lo que ha buscado en las elecciones por encima de casi todo lo demás, esto es, los famosos “espacios de poder”. Una situación que ha llevado a grupos y personajes que normalmente se hubieran contentado con negociar algunos puestos en la Asamblea con la fuerza predominante (en este caso, Comunidad Ciudadana), a en cambio formar sus propias alternativas electorales.

Eso posiblemente los llevará en breve a continuar carrera hasta los comicios de octubre del próximo año, salga lo que salga, ya que, como es obvio, cualquier cosa resulta mejor que nada. De ahí la fragmentación y de ahí el peligro de que fracase la estrategia que se supone tiene Mesa, la de forzar una segunda vuelta con Morales.

Excepto quizá el senador Oscar Ortiz, de Demócratas, los contendientes opositores no tienen posibilidades de lograr por sí mismos un efecto perdurable sobre el escenario electoral. Los que les interesa no es eso, sino otra cosa: obtener algunos puestos y en lo posible renovar sus siglas (que pueden caducar si no están presentes en dos elecciones).
En conjunto, en cambio, pueden obtener un efecto letal y seguramente indeseado: quitarle a Mesa los puntos clave para forzar a Evo al balotaje, esto es, el apoyo necesario para tener menos de diez puntos de diferencia con éste (como exige la Constitución para la segunda vuelta, en caso de que Evo no consiga el 50% de los votos).

En ese caso, la estrategia antipartidos de Mesa, que tiene buena prensa y cosecha aplausos y votos, puede revelarse como otras políticas que son buenas en la teoría, pero no funcionan en la práctica porque no parten de la realidad nacional, sino que se la imaginan de un modo idealista (como por ejemplo la capitalización de las empresas estatales o la bursatilización de los fondos de pensiones o la introducción del impuesto a la renta, o tantas otras medidas tecnocráticas).

Fernando Molina es periodista.



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