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12/02/2019

Contra una columna de Fernando Molina

Me apena mucho que un colega a quien estimo, Fernando Molina, hubiera escrito un artículo que aunque va dirigido específicamente contra Carlos Mesa, en realidad ataca a la poca intelectualidad, si es que existiera, en nuestro país.

En realidad ataca a los profesionales, a los egresados del colegio San Calixto, San Ignacio, que son clasemedieros, y Fernando Molina los considera parte de la intelligentsia, en un término que lo hace ver despectivo porque se considerada como integrante de una élite que le da la espalda al pueblo. No es la intelectualidad con una acepción positiva, es un concepto de inteligencia que refiere a una élite privilegiada, oligárquica, que da la espalda al pueblo.

Entonces, Molina dice que Carlos Mesa es de una inteligencia occidental y blanca. No usó el término k’ara, pero en realidad eso es lo que quiere decir. Dice “blancoides”, que tratan supuestamente con paternalismo y aire de superioridad a los sectores populares. Dice que Mesa se reúne con puro blancos y con esta intelligentsia, ​ cuyo capital es el conocimiento de élite.

Entiendo que Mesa salió del colegio San Calixto, no egresó de un colegio en Suiza. No tiene un título profesional, pero es un hombre que es parte de la intelectualidad boliviana que tiene la lectura como una constante. Como él, muchos otros, y lo que describe podría caerle perfectamente a Marcelo Quiroga Santa Cruz, egresado de un colegio particular. Parece que ese es el pecado, estar en un colegio particular, donde la educación es poco más exigente que en la fiscal.

El destacarse parece ser un pecado político y no ser un indígena es un pecado aun mayor. Lo dice Fernando Molina, que es también es un “culito blanco” y que egresó de un colegio particular. Tendría que hablar en la primera persona del plural y decir “nosotros, los de la intelligentsia​, los que tratamos con paternalismo y aire de superioridad”.

Además, también podría apuntar a Óscar Ortiz y al resto de los candidatos opositores, salvo Víctor Hugo Cárdenas, que es de la intelectualidad aymara y que de todos es el más derechista.

Resulta que Fernando Molina los desautoriza; después de eso habría que ponerle una cruz a Carlos Mesa, Óscar Ortiz y todos los que salieron de un colegio particular y que tienen como capital personal su educación. Eso es pecado, según Molina. ¿Qué pasa con él? A mí me estremece.

Fernando fue el publicista de Gonzalo Sánchez de Lozada y siendo un hombre de la intelectualidad boliviana, es leído; ¿en realidad será una vendetta del gonismo contra Mesa? El gonismo no le perdona que Mesa hubiera dado el paso al costado en 2003 para que Goni cayera y se produjera la sucesión constitucional. Eso no le perdona Goni ni el MNR.

El tema es que ésta ideología que lanza Molina de crucificar a la intelligentsia, ha tenido en el mundo un costo social muy grande. Esta ideología de desprecio a los intelectuales comenzó en la Rusia de Stalin, cuando la Internacional Comunista aprobó el obrerismo. Se lo llamó el tercer periodo y donde todo lo que olía a intelectual era defenestrado, lo único que valía era el obrerismo y las políticas radicales.

Ese desprecio a la intelectualidad costó la vida de millones, Stalin los persiguió, mató e incluso en una incursión a Polonia –antes de que fuera ocupada por el nazismo– en un bosque los soviéticos detuvieron a centenares de intelectuales, profesores, poetas y hubo una matanza de 20.000 personas.

Esas ideas fueron tomadas por Mao en China con la famosa “revolución cultural”. Todo aquello que se parezca a un libro –salvo el Libro Rojo, de Mao– era el resurgimiento de la reacción política. Se cree que en esa Revolución, murieron como tres millones de intelectuales. Ellos fueron llevados a las comunidades a trabajar como campesinos, no podía ejercer su profesión porque todo aquello que tuviera olor a pensamiento crítico era asesinado.

Esa ideología prevalece y de manera rústica llegó a nuestro país. Uno acepta que Evo Morales la estimule, pero no que Fernando Molina lo haga, de quien podríamos decir que forma parte de esa intelligentsia​ que él crítica.

Creo que acá la discusión no es sobre intelectualidad, sobre intelligentsia​. La discusión es que es una pena que un líder como Evo Morales le hubiera dado la espalda a la democracia. No importa si no era un hombre de la intelectualidad boliviana, pero sí un destacado e inteligente hombre de política. En vez de desarrollar la democracia, desarrolló un país segregacionista entre “ellos” y “nosotros”, un país al que sometió y lo puso a su disposición, que echa mano de los recursos como a su cato de coca y que vive como uno de los hombres más ricos de esa élite blancoide que tanto criticaba.

Tomado del programa Cabildeo

Amalia Pando dirige el programa Cabildeo, que se emite por internet



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