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20/10/2018

¿Cómo debe ser la o el Vicepresidente de Mesa?

En los últimos días el campo político nacional ha sufrido un remezón cuyas consecuencias se percibirán con mayor claridad en el futuro próximo: por primera vez Evo Morales y los suyos han dejado de ser hegemónicos y dominantes en los espacios que otorga la prensa diaria a la información política.
Dejaron de ser el “centro excluyente” y hasta sus acciones más abyectas (agresiones en El Chapare o elección de fiscal general) no son “titulares titularísimos”. ¿Qué ha pasado? La candidatura de Carlos Mesa, en el marco de la defensa del voto popular del 21F y la defensa de la democracia, ha generado una dinámica noticiosa nueva desde un polo renovado, como escribí en una anterior columna.

El masismo y su putrefacción resultan aburridos (más de lo mismo) y los medios y las redes entregaron sus espacios a lo novedoso de verdad: ¿Quiénes están con Mesa? ¿Le alcanza el apoyo de las plataformas o debe aliarse con los partidos? Lo que le pase en el futuro a Evo y al masismo, como diría Vivien Leigh en “Lo que el viento se llevó”, francamente nos importa un bledo. Lo que ocupa hoy la curiosidad de la ciudadanía y de los partidos políticos es: ¿quién y cómo será el Vicepresidente o la Vicepresidenta de Mesa? Y esto porque a fin de cuentas ya todos sabemos que ese personaje hoy desconocido será el que jurará el cargo de Vicepresidente en enero de 2020.

No conocemos todavía el nombre propio, pero eso no quita que podamos debatir por lo menos un probable perfil. En principio, el o la Vice de Mesa debería pensarse desde la necesidad de restituir a ese cargo su auténtica dignidad, su razón de ser y el cumplimiento de su mandato constitucional. El masismo, por una necesidad subalterna y para cubrir la ineptitud y la falta de formación de Evo Morales, inventó un “Frankensteinburocrático” y nos propuso una Presidencia Dual. Y de ser “la quinta rueda del coche” (como consignó Carlos Mesa en uno de sus libros), el Vicepresidente se convirtió en “otro” presidente.

En estos 13 años García Linera se agrandó, usurpó funciones y se cubrió de una dignidad que no le correspondía. Actuó como un segundo Presidente, con avión propio, con séquito propio, con silla en el gabinete y con discursos políticos (todos agresivos) típicos de un mandatario y no de un funcionario de segunda línea, como genuinamente le concernía. Cambiar este dislate administrativo, regresar la Vicepresidencia a sus oficinas y despojarla de ese rol de segunda Presidencia es una necesidad más del proceso ciudadano que empezamos a transitar.

En segundo lugar, las plataformas ciudadanas (y no los partidos) impusieron la impronta de este momento en que Bolivia empieza a sacudirse del autoritarismo a partir de la defensa de su voto. Los partidos, al no tener cuerpo para promover un candidato con posibilidades de ganar, aspiran al premio consuelo: la Vicepresidencia. Y en esta astucia, inventan argumentos como la “complementariedad regional”, el “contrapeso generacional” o el simple hecho de la repartija para “asegurar” la fidelidad en los acuerdos políticos.

El proceso que ya se inauguró solo empezará a cobrar sentido histórico si de inicio emendamos (y olvidamos) al masismo en todos los frentes. Y es vital empezar conformando una fórmula presidencial republicana que supere al autoritarismo masista desde su base, donde el Vicepresidente o Vicepresidenta ejerza un rol administrativo y no aspire a convertirse en un delfín activo de la política, cosa que puede generar desequilibrios y empoderamientos futuros.

Pero hay otra razón más clara y concreta: si el movimiento ciudadano no respalda a un candidato a la presidencia salido de los viejos partidos, tampoco va a apoyar a un Vicepresidente impuesto por esos partidos en negociaciones en mesas secretas a espaldas de la gente. Lo ideal sería que Carlos Mesa encuentre a una persona con fuerza simbólica, con prestigio profesional y discreción personal, que quiera ser un verdadero Vicepresidente constitucional y no “futuro presidente” o “Presidente 2”, como se comportó el Vice masista.

Paola Cortés es abogada.



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